Innovación en la práctica

Andrés Felipe Espinosa - 24-03-2019

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No es un secreto para nadie que la innovación se ha convertido en un lugar común, sin embargo la realidad de la innovación al interior de las empresas ha creado un “mercado negro” de opiniones, en las que se multiplican situaciones donde en un primer momento se sonríe y se alaban las bondades de la innovación y luego, al entrar en confianza, se confiesa que en la realidad no sirve para nada.

Se habla mucho de la necesidad de invertir en innovación en Colombia (apenas el 0,7% del PIB y el 65% es del estado) ya que ocupamos el puesto 65 entre 127 economías a nivel mundial de acuerdo a los resultados del Índice Global de Innovación (GII) 2017, como si simplemente con inyectarle más dinero a algo que no da resultados fuera a mejorar el panorama, ignorando que actualmente, incluso en las economías mejor rankeadas en el GII la innovación no es para todos.

Este es un tema que ya se ha tratado varias veces en distintos artículos que se pueden encontrar en revistas indexadas de la talla del Harvard Business Review, en donde, entre otros artículos, Paul Hünermund en abril del 2017 (“Do Most Companies Even Try to Innovate Anymore?”) hace eco de la advertencia de la OECD sobre la creciente brecha de productividad en el ámbito empresarial, al puro estilo de la brecha social: los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Tomemos, como hace Hünermund, a Alemania como ejemplo, economía que ocupa el puesto 9 en el GII y cuya inversión en I+D entre 2003 y 2015 creció en 59% para el sector privado pero el número de compañías invirtiendo en I+D en el mismo periodo cayó el 26%, principalmente dejaron de invertir las pequeñas y medianas (ojo, pequeñas y medianas según la definición mundial, lo que abarcaría a la gran mayoría de las empresas que en Colombia clasificamos como grandes). La explicación es clara: algunas pocas empresas han encontrado la receta para convertir sus inversiones en ganancias y una vez con la receta, es lógico aumentar esas inversiones con la seguridad de saber cómo aumentar las ganancias. Mientras que otras hacen el intento, no logran resultados y tiran la toalla.

¿Qué es lo que pasa? La innovación para muchos es un concepto etéreo, más lleno de sueños y expectativas que de acciones y realidades. Las empresas cuando se montan en el bus de la innovación lo hacen a ojo cerrado, sin tener una ruta clara y confiando en la moda: en lo que se escucha en los congresos, se lee en las revistas o se ve en los videos de casos de éxito. Entonces se crea un área (según el ranking de innovación recientemente realizado por la ANDI y la revista Dinero, se observa que el 77% de las empresas ya han creado un área de innovación), se generan condiciones (puntaje promedio por empresa de 58/100 en el ranking de innovación) y se construyen capacidades (puntaje promedio por empresa de 52/100 en el ranking de innovación) pero al momento de cosechar los resultados se llevan una decepción (puntaje promedio por empresa de 33/100 en el ranking de innovación).

El problema está en cómo se materializa esa innovación.

En los 14 años de experiencia que llevamos en Grimorum ayudando a las empresas a hacer realidad sus ideas de innovación, hemos observado que la innovación se desarrolla en 4 fases principales: ideación, modelado, validación e implementación y se aborda de tres maneras diferentes que no son excluyentes: “como cualidad” en donde lo importante son las personas y se promueve y democratiza la creatividad y luego se prueban y procesan las ideas que salen, buscando casos de éxito; “como proceso” en donde lo importante son las actividades, muy de la mano del método científico, la innovación como proceso busca convertir el conocimiento en dinero definiendo una serie de pasos consecutivos e iterativos que se amoldan a la forma de trabajar de la empresa y si se siguen, se está innovando; y “como resultado” donde lo importante son los logros, definir prospectivamente una meta e ir alcanzando una serie de hitos consecutivos, hasta al final obtener lo que se estaba buscando independientemente de las actividades, estrategias, tiempos y personas. No hay una mejor que otra y las tres dan buenos resultados si son bien ejecutadas, aunque hemos encontrado que la más eficiente de las tres es la “innovación como resultado”.

En sondeos que hemos realizado de manera independiente, encontramos que la gran mayoría de las empresas invierte el 45% de los recursos en la fase de ideación utilizando principalmente la “innovación como cualidad”, en las fases de modelado y validación (prototipo incluido) se invierte el 52% de los recursos utilizando principalmente la “innovación como proceso”, mientras que en la fase de implementación, cuando se llevan las innovaciones al mercado y se obtienen los resultados, se invierten solo el 3% de los recursos utilizando principalmente voluntarios y avemarías.

Y luego nos preguntamos por qué no obtenemos resultados.

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